Hablar de Mariano Azuela, es referirse sin duda a uno de los grandes novelistas de la literatura posrevolucionaria en nuestro país. En Azuela el novelista y el moralista van de la mano: sus obras revelan una invariable compasión hacia los oprimidos, igual amor a la verdad, a la equidad, a la rectitud, la misma aversión a la falsía, a la injusticia, a la maldad.
Sus primeras novelas iban contra los asfixiantes convencionalismos sociales y los abusos propios de un régimen económico y político oprobioso y ya caduco; las siguientes denuncian la corrupción en que degenera la sociedad por no llevar hasta sus últimas consecuencia el proceso emancipador que la revolución anunciaba; las últimas censuran los errores o los vicios de ciertas capas sociales.
En la obra literaria de Azuela México se mira como un espejo, con sus paisajes evocadores, ya áridos, ya ubérrimos, con sus tormentas y sus cielos profundos. Su obra compone un vasto fresco de todos los estratos sociales mexicanos. Escribió Los de abajo al mismo tiempo que sucedían los hechos históricos que relata, buscando colocar en la revolución a un grupo de luchadores que se integraran completamente con la historia, crear mexicanos de cuerpo entero, gemelos de tantísimos otros, seres con individualidad, idénticos a los que el autor veía en el trato cotidiano.
Los personajes se perfilan por sus actos y palabras, sin necesidad de inventariar su manera de ser, sin enumeración de su universo interior.
Su estilo es nervioso, ágil, conciso y muy gráfico. Bastan unas cuantas páginas para situar figuras, componer ambiente, orientar el drama. Unos párrafos, a veces unas líneas resumen la actividad de los personajes. La relación de los hechos, casi siempre indirecta, mediante la descripción de sus consecuencias, obliga a leer atentamente, para comprenderlos bien y concatenarlos.
Azuela narra solamente lo esencial, y la manera con que lo narra da a su prosa intensidad expresiva. Pasma la sobriedad de sus recursos no menos que el vigor de los resultados con ellos obtenidos. El escritor traza un fiel retrato de la vida real y, ahí mismo, en su misma exposición subyace la voluntad manifiesta de cambiarla.
El tema central de su novelística es el combate contra la injusticia, en cualquiera de sus múltiples manifestaciones. Siempre hay una persona, o varias, víctimas de la opresión: del mal gobierno, de un despótico hacendado, de un cacique expoliador, de un jefe arbitrario, de un tiránico pariente.
En esta ocasión disertaremos con un descendiente filial directo de aquel novelista que con sus letras ha permeado fielmente la idiosincrasia de un pueblo tan plural como homogéneo, México.