Editorial

La cultura es el espacio natural donde la sociedad dialoga, disiente, se reinventa y de algún modo constituye al propio ser social; es decir, funciona en el marco de la sociedad civil donde la influencia de las ideas, las instituciones y las personas se ejerce no a través de la dominación política, sino a través del diálogo y del consenso ciudadano. Por tanto, si hay un espacio donde debe anclarse la democracia y el desarrollo de los hombres y mujeres es precisamente en la cultura.
Lo que es significativo no es tanto su contenido, como el hecho que se comparta. Esas representaciones comunes ofrecen una cierta preorganización del mundo, un mapa compartido con el que orientarnos. La cultura es al mismo tiempo memoria común (una misma lengua, una misma historia, unas mismas tradiciones) y un conjunto de reglas que permiten la convivencia (convenciones sociales, códigos de conducta).
Las democracias del futuro tienen una de sus pruebas más decisivas en su capacidad de desarrollar la cultura para así contener a sociedades cada vez más plurales. Una democracia es más potente, al contrario de lo que a veces se afirma, no cuanto más consenso tiene, sino cuanto más conflicto es capaz de contener, contando con medios para lidiar esos conflictos, reconducirlos al marco común de convivencia. En la misma línea, podemos decir que no es más fuerte un estado cuanto más homogéneo culturalmente sea, sino cuanta más heterogeneidad cultural sea capaz de contener. Ese será uno de sus valores esenciales. De no avanzar por esa vía, los incentivos a la desarticulación social crecerán.

Mtro. Luis Fernando Ruz Barros

martes, 17 de febrero de 2009

6 DE FEBRERO

El Poder Femenino es el reconocimiento y tributo a los valores de la energía femenina, y darle el lugar y la importancia debida en nuestra vida es vivir de acuerdo a su manera natural de ser, y de acuerdo a quienes son en realidad; en esencia viviendo como la naturaleza proyectó su virtud en ellas. Mujer que piensa con el corazón, actúa por la emoción y vence por el amor. Que vive un millón de emociones en un sólo día, y transmite cada una de ellas con una sola mirada. Que vive buscando la perfección y vive tratando de buscar disculpas para los errores de aquellos a quienes ama. Que hospeda en el vientre otras almas, da a luz y después queda ciega, delante de la belleza de los hijos que engendró. Que da las alas y enseña a volar pero no quiere ver partir los pájaros, aún sabiendo que no le pertenecen. Que se arregla toda y perfuma la cama, aunque su amor no perciba más esos detalles. Que como una hechicera transforma en luz y sonrisa los dolores que siente en el alma, sólo para que nadie lo note. Y aún tiene fuerzas, para dar consuelo a quien se acerca a llorar sobre su hombro. Feliz el hombre que tan solo por un día sepa, entender el alma de la mujer.

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